La mañana donde acaba el día
toca el vacío soliviantando a la espera
en la cárcel donde la herejía, fuera
preludio de incertidumbre barato.
El mañana empuja ya sus mercancías
corrompiendo la inocencia de la hora,
que como el sol de la primavera dora
también la esquina de los apartados.
Tu mañana pierde lo que merecías
cuando estás colgando de la suerte
entre ayer, y los ojos de la muerte,
esperándote en el cuarto de invitados.
La mañana donde acaba el día
expira los años que se abalanzan
a trenes de cercanías.