Un poeta en su cabaña, con la meta en el valhalla y una ausencia en su memoria.
Una imagen custodiada por la historia con su deuda de recuerdos y caricias.
Una llama tan dorada que atacó todas las cimas y se pierde en el invierno.
Una alfombra como cama en la esquina de una plaza donde nunca escupe Dios.
Un pupitre que se mengua con las horas cuando olvidas lo que sueñas y demoras.
Un «a siempre» camuflado en «hasta nunca» reposando en el estante de sus labios.
Una linea de la tinta que emborrona sin derecho la noche del corazón.
Una tarde de cualquier día perdido deambulando entre alfileres y algodón.
Una anáfora implacable sostenida por los pasos de la gente.
Un camino convincente flanqueado de una lógica difusa