El pecho se te encoge.
El cielo se a tragado
todos tus suspiros,
te aplasta contra el suelo.
Respiras nuevamente.
Tus gritos se disuelven
como un azucarillo.
Todo lo que has perdido
retorna ante tus ojos,
sembrando de dolor
todas tus heridas.
La luna ya no riela
en el río de la dicha,
el fuego de las bombas
se apaga con tu vida…
Y tú eres tan solo
un plato roto y frío,
un hombre devorado
por infinitas fuerzas,
un cuerpo a la espera
de ser polvo de estrellas.